Hora de asumir nuestro lugar en el mundo

Después de 70 años de fútbol organizado en Colombia llegó el momento. Una generación dorada está a punto de enfrentarse por primera vez con la gloria y con el peso de la historia. El mejor equipo del Mundial hasta el momento, el único que consiguió más de un gol de diferencia en los cuartos, el equipo por el que todo el mundo abre la boca y dice "miren a esos 11 de amarillo", está a 24 horas de jugarse la vida ante los locales.  Llegó el momento en que los jugadores liderados por James y Cuadrado salgan a cambiar ese título de "la sorpresa del Mundial" por "la figura del Mundial".

La Selección no jugará mañana únicamente contra los once jugadores que Scolari nombró como titulares en Brasil. Jugará también contra la tradición: la camiseta que llevan puesta estos muchachos no tiene peso en la historia del fútbol, en la que Colombia es una nota al pie. Unas veces de color, como el Escorpión en Wembley, el gol de Rincón a Illigner, la melena del Pibe y el 5-0. Otras veces negra, como nos lo recuerda continuamente el autogol de Andrés Escobar y su absurdo asesinato, del que ayer se conmemoraron 20 años. Pero nunca ha sido Colombia más que eso, un comentario ("esa Alemania del 90 fue un equipazo, solo le pudieron sacar puntos los colombianos en el minuto 93").

De la mano de José Néstor Pékerman la Selección cafetera está dándole historia a la camiseta. Después de 16 años sin disputar una Copa del Mundo entró por la puerta grande: 9 goles en los tres partidos de primera ronda, el récord de Faryd, un juego colectivo y alegre como los bailes que Armero lidera para celebrar cada anotación. Uruguay salió de forma contundente y no, la ausencia de Suárez no pesó en un partido que abrió James con ese remate, en pleno Maracaná. Uno de esos goles que quedan para los libros de historia, para las carátulas de los cuadernos y para los compilados de Youtube. Un golazo con todas las letras.

Al frente está Brasil, el local, y Colombia no juega solo contra los 11 que ponga Scolari. Jugará contra los 60 mil hinchas del Castelao, los más de 200 millones de brasileños, contra la FIFA que quiere que siga en camino el dueño de la fiesta, contra la FIFA que no quiere que le estallen nuevamente manifestaciones como en la Confederaciones.

Pero Brasil no juega solo contra los 11 que ponga Pékerman. La verdeamarelha juega contra sus miedos, que son curiosamente los mismos que afectan a la tricolor: los hinchas, las manifestaciones, la gente. A eso está sumado el deseo implícito de exorcizar de una vez el fantasma de Alcides Ghiggia y el Maracanazo, que por poco se hace presente en octavos de final como Mauricio Pinilla y el Mineirazo. Y eso se multiplica al ver que a los brasileños se les dificulta crear un circuito de juego: no son capaces de enlazar a Jo con Fred, a Hulk con Fernandinho. Neymar se ha sabido echar al equipo al hombro, ¿podrá hacerlo frente al equipo con mejor juego colectivo de la Copa? ¿Será suficiente la habilidad de uno de los mejores del mundo para resistir el embate de los once cafeteros?

Colombia juega con su (falta de) historia. Aunque se pierdan estos cuartos de final, el deber estará cumplido: habremos llegado al mejor momento de la historia del fútbol colombiano. Sé que estos jugadores no se van a amilanar ante un Castelao repleto y en contra, y que mientras a Brasil lo ronda el fantasma del 50 a Colombia lo va a rondar el apoyo del Pibe, del Tino, de Willington, de Marcos Coll, de Rincón gritando el gol ante los alemanes, de 45 millones de colombianos paralizados con la bendición presidencial. Pékerman y sus muchachos van a asumir nuestro lugar en el mundo del fútbol. Y pase lo que pase, de algo podemos estar seguros: vamos a luchar hasta el último segundo para conseguir la victoria.

VAMOS, COLOMBIA, CARAJO!