Veía en estos días los amistosos de pretemporada, antes del inicio del Mundial Sub20 (por cierto: se viene crónica de estadio el próximo sábado, con mis peripecias en Colombia - Corea del Sur desde la pantalla gigante del Campín -?-). "Partidazos" como el Juego de las Estrellas de la MLS, contra el Manchester United - sin Chicharito, lo que debió decepcionar a 50000 de los asistentes al Reliant Stadium de Houston. O como los partidos de la Copa Audi en Munich, del cual surge el que destaco, una réplica de la final del Mundial de Clubes pasado: Barcelona - Inter de Porto Alegre.
Claro, es un Barça sin Messi, sin Xavi y sin Puyol. Es la Masía la que salió el miércoles pasado a enfrentarse a los gaúchos, y se notó. El Inter les hizo partido, jugaron mejor que los culés en alguna etapa. Y lo cierto es que el Barcelona visto en la cancha del Allianz Arena tenía muy poco parecido con lo que uno espera cuando le dicen "el equipo de Guardiola", con el que ganó convincentemente el Mundial de Clubes en diciembre.
Todo el mundo espera del Barça que sea arrollador. Que gane jugando bien. Como los mayores de 60 hoy día hablan de Brasil del 70, así esperamos nosotros que juegue el blaugrana, y cuando no pasa eso, hay problemas. No nos gusta, a eso nos malacostumbró ver la goleada en el Nou Camp al Madrid. La pasada por encima al United en Wembley. Los récords de 99 puntos en una liga donde se disputan 114. En fin, el paso avasallante.
Y lo peor no es que sólo sea el Barça el que nos saque la piedra así. Es el fútbol ahora, en general. El choque de los culés a los paraguayos, del Messi monstruoso salido de la Masía al rosarino puteado porque no canta el himno. Argentina esperaba ver a Lionel hacer lo que hizo en un partido contra el Getafe, sólo que todos los días y con la camisa albiceleste. El mismo Lio esperaba hacer, cuando menos, un gol como el que nos hizo en el Campín por eliminatorias al Mundial 2010, a altísima velocidad y eludiendo rivales. No pudo, y la tensión y las puteadas de la dura prensa argentina no se hicieron esperar.
Pero una cosa es hacer eso en una selección dirigida por un tipo que no se sabía ni dónde está parado, que duró dos partidos para poner a Higuaín y se dejó meter de manera ofensiva a Tévez en la convocatoria, y otra cosa es cuando detrás se tiene un equipo armado durante años, con un técnico que crió a muchos de ellos en las inferiores. El Barça es tan rígido en su esquema de juego, que jugadores venidos de afuera como Ibrahimovic no pudieron acoplarse y fracasaron (relativamente: no vivieron a sus expectativas). Ahora busca a Fábregas, no sólo por su innegable calidad, sino porque es originario de la Masía.
Eso es lo malo del Barça: es un equipo único. Se hizo con 10 años de trabajo en la Masía, con un grupo técnico cuyo origen se ve en Johann Cruyff, quien le enseñara en tiempos del Dream Team lo que supo de dirección técnica a Rikjaard y Guardiola. Y nosotros lo vemos y decimos "quiero eso en mi equipo. Y lo quiero YA!". Pero no lo vemos: no hay tanto trabajo, no hay tiempo. Lo queremos armar a las carreras: 500 millones de dólares después, los jugadores no rinden y buscamos cambiar de todo. Lo queremos hacer como lo hizo el Barça, pero hay que esperar 5 años, y no tenemos tanta paciencia. O buscamos resultados a la defensiva, jugando a no cometer errores y esperar el error contrario. Y así triunfan equipos como el Madrid de Mourinho o el mismo Uruguay del maestro Tabárez.
Un caso de dominio así se dio hace no mucho, en el otro deporte del que soy fanático: la Fórmula 1. La última vez que hubo un equipo tan avasallante, fue Ferrari entre 2001 y 2004, pero el proceso duró desde 1995, con la llegada a Maranello de Jean Todt. Y así hubiera sido el dominio magistral, la gente no tifosi y no enferma del automovilismo se cansó de ver ganar siempre a Schumacher. Y la F1 todavía busca cómo recuperar esas audiencias perdidas. ¿Qué pasará cuando la gente que no es afiebrada, los asiáticos que hoy compran millones de camisetas de Messi, Ji Sung Park o Cristiano Ronaldo, se aburra del fútbol por ver siempre ganar al mismo cuadro de camiseta morada y azul, patrocinado por el Gobierno de Qatar y Herbalife?
Las asistencias a los estadios van en capa caída a nivel mundial: todos quieren ver Barcelonas y no se aguantan lo que ven con sus clubes, en las canchas. Es posible que esto mismo suceda con las selecciones. Y los equipos locales hacen lo que pueden para intentar conseguir la calidad de ese Barcelona. Y se dan casos como los de Inglaterra, con el fútbol debiendo millones y millones de libras esterlinas por los altísimos precios de los cracks, y los jeques árabes y mafiosos rusos. Ya esa misma tónica está entrando a España, en el Málaga. Y es peligroso que el fútbol, esa pasión de clubes y equipos de barrio, termine siendo un espectáculo para ver en televisión porque el resto no es fútbol, es otra cosa más torpe, más fea y con menos calidad que se juega con las mismas reglas. Ahí está el peligro del Barça: que el fútbol de países no tan privilegiados sea víctima del éxito culé. Ojalá y este año salgan dignos rivales en la Champions League, para intentar revertir esa tendencia.
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Hace 2 días.
1 Comment:
Totalmente de acuerdo con tu reflexión. Lo del Barcelona, es difícil de copiar, a no ser que la paciencia sea entendida como una apuesta de futuro
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