Tres medallas de plata y una medalla de bronce, con amplias posibilidads de al menos una. Hoy, 8 de agosto, ese es el balance de los Juegos Olímpicos de Londres para la delegación colombiana, de 105 deportistas. 105 historias diferentes, desde un ciclista que hace parte del mismo equipo que el ganador del Tour de France (y de hecho ganador del oro en contrarreloj) hasta una judoka cuyo entrenador trabajó tres años sin cobrar, porque no tenía aprobados recursos para su trabajo.
Recursos, una palabra que se ha mencionado mucho en estos meses. La gente, la misma gente que se olvidó de los atletas que sacaron medallas en Beijing 2008, y la misma gente a la que en un año no le va a sonar el nombre Yuri Alvear, está en estos momentos de brillante efervescencia pidiendo a grito herido que se le quite el dinero a los petardos que se visten de amarillo, que juegan regados por el mundo y que son "dirigidos" por un argentino para pegarle (mal) a un balón. En síntesis, que no se le dé más plata a la Selección Colombia de fútbol masculino.
Y eso es, para empezar, populachero. Saltar a decir que hay que apoyar más a los tres que ganaron que a los 18 que no ganaron nada es, directamente, subirse a su propio bus de la victoria: acaso Urán corre para el Colombia es Pasión? O dónde estaban los recursos del sueldo del entrenador de Yuri Alvear en los últimos tres años? Ahora sí se justifica apoyarlos?
Porque tampoco es que los atletas olímpicos no tengan tal apoyo. El Centro de Alto Rendimiento en Bogotá es uno de los más completos de Latinoamérica. Coldeportes ha invertido en este ciclo olímpico una cifra récord. Otra cosa es que con los números exorbitantes que maneja el fútbol, la inversión de Coldeportes se vea pobre en comparación.
Dinero que, por otro lado, no sale propiamente de Coldeportes. El del fútbol, me refiero. La inversión en el fútbol tiende a ser mayormente privada, al menos al nivel selección: Bavaria, Homecenter y Movistar cubren la mayor parte de las cuentas que Pékerman y asociados cobran. En clubes la cosa es diferente, pero como estamos hablando de deportistas en representación nacional, sería justo asociarlos con sus pares de las selecciones, no con los jugadores de un Huila, Patriotas o Cartagena que sobreviven por los patrocinios de sus regiones y por los pocos que van cada quincena al estadio.
Porque ahí está otro de los problemas del deporte colombiano: la falta de apoyo no es solo que papá gobierno bote unos milloncitos más para pagarle mejor sueldo a los entrenadores, o comprar más máquinas para el Centro de Alto Rendimiento. El apoyo parte desde las mismas competencias locales, partiendo por los juegos nacionales que cada vez están más regados porque no hay cómo hacerlos en un departamento únicamente. Competencias que en ningún lugar se ven, y a las que muy poca gente va.
Ese es el verdadero apoyo que necesitan los atletas. No es necesario exigir que todo el mundo siga taekwondo y que por ende los estadios queden desiertos. O acabar con la Federación Colombiana de Fútbol para empezar de ceros con jugadores amateurs sacados de Tumaco y Puerto Tejada. Lo necesario, eso sí, es que los colombianos en pleno apoyen más a los atletas, yendo a sus partidos, siendo audiencia cuando los pasan, y en fin, subiendo el perfil de los deportes olímpicos. Así se asegura una mayor inversión económica, y con ella, un mejor resultado en futuras olimpíadas.
Mientras tanto, si seguimos diciendo que Urán es un petardo porque no volteó a mirar a Vinokourov, si cremos que se perdió un oro en vez de ganarse una plata, no debe sorprendernos que no ganemos oros, sino una que otra plata. Y que esos petardos no reciban un peso.
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